Las Torres de Serrans o Serranos se erigen como uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad de Valencia. Ubicadas en frente de «el Río», es decir, los Jardines del Turia, estas torres se alzan imponentes, vigilando el flanco norte de la ciudad levantina.

Orígenes y construcción
Las Torres de Serranos, construidas entre 1392 y 1398 bajo la dirección del maestro Pere Balaguer, formaron parte del nuevo lienzo amurallado que defendía a la Valencia cristiana. Esta muralla era significativamente más grande que la musulmana, y su construcción comenzó en 1356 en respuesta a la inminente Guerra de los dos Pedros (1356-1366), entre Pedro IV de Aragón, conocido como “el Ceremonioso”, y Pedro I de Castilla, llamado “el Cruel”.
Tras finalizar la guerra y superar las amenazas externas, se decidió reformar la muralla, que había sido levantada de forma apresurada. Se añadieron nuevas puertas, acordes al poder y prestigio de Valencia. Las nuevas puertas, conocidas como las torres de Serranos, se debía a que se ubican en el acceso desde la comarca de los Serranos, comunicándo con Zaragoza. Estas puertas fueron construidas en estilo gótico con decoración flamígera, aunque presentan una notable influencia del estilo italiano, recordando a las puertas de la muralla aureliana de Roma.

Diseño defensivo y poder civil
Las torres, con su aspecto de castillo defensivo, ofrecían una estructura única en la ciudad, que no contaba con otras fortificaciones de esta envergadura. El control de este portal era vital para poder dominar la ciudad, por lo que su diseño incluía amplios espacios abiertos en el interior. Estas aberturas permitían a los habitantes de la ciudad lanzar proyectiles desde el interior en caso de que las torres fueran ocupadas por fuerzas enemigas, inhabilitando las puertas como un punto de apoyo a un ataque externo. Este mismo diseño también dificultaba que enemigos internos, como posibles nobles rebeldes, pudieran hacerse con el control de estas puertas. Por lo tanto, las torres de Serranos reforzaban el poder civil de Valencia, una ciudad medieval gobernada por el patriciado local.
Las torres de Serranos han tenido múltiples funciones a lo largo de sus más de 600 años de historia. Su uso principal fue como punto de acceso a la ciudad y control de paso. Es de esta función de la que surge una de las expresiones más conocidas en la región, la de “quedarse a la luna de Valencia”. Esta frase, que alude a la distracción, tiene uno de sus posibles orígenes en esta época. Al cerrar todos los portales de la ciudad a las 10 de la noche, la gente que llegaba tarde tenía que esperar hasta el día siguiente, durmiendo al raso, por lo que tendrían que esperar, “a la luna de Valencia”, que se abrieran las puertas.
Las Torres como prisión de la ciudad
A partir del siglo XV, las Torres de Serrano también desempeñaron un papel simbólico al servir como telón de fondo para la entrada de personalidades importantes a Valencia. Se engalanaban para las entradas triunfales de reyes aragoneses como Juan II o Fernando el Católico, para los reyes austracistas Carlos I y Felipe II, y para figuras religiosas como el Papa Luna o San Vicente Ferrer. Sin embargo, tras un incendio en los calabozos situados en el antiguo ayuntamiento de la ciudad, en 1586 se decidió utilizar tanto las torres de Serranos como las torres de Quart como prisiones, una función que mantuvieron hasta el año 1888.

Un hecho insólito tuvo lugar en 1599, cuando Valencia fue el escenario de la boda del futuro Felipe III con Margarita de Austria. Las Torres de Serranos sirvieron nuevamente como marco de entrada triunfal, sin embargo, la entrada del príncipe se vio empañada por los gritos desesperados de los prisioneros, que dejaron una impresión negativa en la ceremonia, según los cronistas de la época. A partir de entonces y hasta el siglo XIX, las torres de Serranos no gozaron del aprecio de los valencianos ni de los visitantes.
De prisión a símbolo de la ciudad
Paradójicamente, su uso como prisión salvó a las Torres de Serranos y a las de Quart de la demolición de la muralla cristiana en el año 1865. Una decisión tomada por el gobernador Cirilo Amorós y apoyada por gran parte de la población debido a que esta medida favorecía la expansión de la ciudad y a su higiene, y más importante, daba trabajo a miles de desempleados. Finalmente, en el año 1888, las torres dejaron de usarse como cárceles, lo que marcó un cambio en la percepción de los valencianos, quienes comenzaron a verlas como un símbolo de la ciudad.

Refugio de arte y patrimonio cultural
Durante la Guerra Civil Española, las Torres de Serranos cumplieron una de sus funciones más especiales. Ante los intensos bombardeos sobre Madrid, el gobierno republicano decidió trasladar una gran cantidad de pinturas del Museo del Prado a Valencia para protegerlas. Las Torres de Serrano fueron elegidas como búnker para este valioso patrimonio artístico debido a su ubicación aislada, sus fosos y sus muros de tres metros de grosor, que les daban un aspecto de fortaleza. Las obras se almacenaron en la planta baja, que fue protegida con sacos de arroz para mitigar posibles impactos. Así, durante los tres años de la contienda, las Torres de Serranos se convirtieron en una fortaleza del patrimonio artístico universal, albergando obras de Velázquez, Rubens, Goya, entre otros. Finalizada la guerra, las pinturas fueron devueltas a su lugar de origen en Madrid.

Monumento emblemático
Hoy en día, las Torres de Serranos son el monumento más emblemático de Valencia. Pocas ciudades en el mundo pueden presumir de unas puertas tan antiguas, imponentes y majestuosas. Su ubicación frente al antiguo cauce del río Turia ofrece una gran amplitud visual que permite admirar la estructura desde todos los ángulos. Sin embargo, lo que vemos hoy es en realidad el resultado de una restauración parcial realizada por la Real Academia de San Carlos entre 1893 y 1914, que embelleció el monumento.
Además, las Torres de Serranos han recuperado su función simbólica como arco de triunfo. Durante la Cridà, el acto que da inicio a las Fallas el último domingo de febrero, miles de personas se reúnen alrededor de las torres, que sirven como majestuoso telón de fondo para la tribuna donde la fallera mayor proclama el comienzo oficial de las fiestas. Sin duda, estamos ante uno de los monumentos más polifacéticos del mundo.

Cómo llegar
Las Torres de Serranos se ubican en pleno casco histórico por lo que lo más sencillo es llegar andando desde la calle Serranos que conecta con la Plaza de la Virgen, uno de los centros neurálgicos de Ciutat Vella, o bien, llegar desde Al estar en uno de los límites de este, el cual da a los Jardines del Turia, es factible llegar en bus, con las líneas 28, 95 y C1, esta última tiene un ruta que rodea el casco histórico. También se puede llegar en coche, pero para tener una vista panorámica ya que aparcar por la zona es complicado.